Las políticas públicas de salud se imponían a toda población desde los tiempos de la Colonia, lo que se puede considerar como el origen de la Medicina Social. Esto entendiéndolo como una serie de normas que conforman una reglamentación de la salud, buscando mejorar la calidad de vida, aumentar el bienestar social, construir servicios asistenciales, controlar las enfermedades e implementar viviendas con condiciones sanitarias aptas, especialmente para los sectores populares de nuestro país.
Entre las primeras medidas consideradas por el Cabildo de Santiago en 1547 para la regulación de la salud, estuvo la ordenanza de salubridad para la obtención de agua dese el manantial de Tobalaba, ya que la del Mapocho se había declarado insana, por estar cargada de minerales; además de obligar a los indígenas – esclavos a limpiar las calles.
En 1589, las medidas preventivas sobre epidemias tales como la viruela y el sarampión, fue implementar los primeros “cordones sanitarios” o control de viajeros con sospecha de enfermedad. Estos se instalan en Casablanca y el “Paso Zapata”, vía de comunicación entre Santiago y Valparaíso. Se declaraba en “cuarentena” a la persona enferma y el rompimiento de ésta significaba incluso la condena de muerte. Se practicaba la quema de útiles y ropas del enfermo.
En tiempos del Protomedicato se aplicaba un control aduanero en zonas fronterizas: expulsar a los enfermos y su familia de la cuidad, aislar y castigar con azotes a los comerciantes que negociaren con barcos en cuarentena, también efectuar fumigaciones en los barcos con vinagre y litre.
En la segunda mitad del siglo XIX, la industrialización trajo a Chile lo que ya Europa había vivido: el nacimiento de los conventillos obreros, las malas condiciones de trabajo, etcétera. Tales situaciones crearon un contexto para que se desarrollaran enfermedades como la sífilis y la tuberculosis, entre otras. Esto genera preocupación entre la elite gobernante que ve la expansión de estas enfermedades entre los obreros y la milicia, ambos sectores clave en el desarrollo económico del país.
Esto se había reflejado en la cuidad industrializada de Santiago, donde, según el político liberal Benjamín Vicuña Mackenna, se habrían configurado dos ciudades: la industrializada, “ de la Elite” y limpia; y la bárbara, “del bajo pueblo” y sucia. La solución dada por Vicuña Mackenna es construir un “muro sanitario” desde Av. Matta hasta el Parque O’Higgins, para controlar la enfermedad entre estos “mundos sociales”.
En 1884, el médico, psiquiatra y político liberal don Augusto Orrego Luco, pública un artículo que se llama “La Cuestión Social”, donde llama a enfrentar los problemas sanitarios que genera la industrialización en Chile. Las medidas preventivas comienzan a ser una política de Estado y no de organizaciones privadas como había sido durante largo tiempo (Juntas de Beneficencia y Caridad).
Esto recién se configura en el siglo XX, cuando se construye una Medicina Social, de acuerdo al poder que va a tener el Estado en este siglo. En 1906, se construye la red de alcantarillado de Santiago, con lo que mejoran las condiciones de higiene de la ciudad; en 1918, el Código Sanitario; la promulgación del Seguro Obrero, en 1924, creado por el Dr. Exequiel Gonzales Cortés, y la Ley de Medicina Preventiva, por el Dr. Eduardo Cruz-Coke en 1938.
En 1924, también se crea, el primer Ministerio de Salud llamado Ministerio de Higiene, Asistencia Social y Trabajo. Con todo este desarrollo sanitario se consolida una Medicina Social dirigida por el Estado y el avance de la Medicina en Chile, en la primera mitad del siglo XX.